domingo, 31 de diciembre de 2023

Capítulo 11. Secuestrado

 



Uno no sale de una anestesia de forma súbita. Es como despertar de la muerte. O sea no, quiero decir, sucede con parsimonia, muy poco a poco. Primero llegan los sonidos, aún tenues, ininteligibles. A continuación, los olores, el tacto de la ropa, el dolor… Finalmente, en un momento dado, tomas conciencia de quién eres, y, a veces (no siempre ocurre), de dónde te encuentras.

Sin embargo, cuando yo despierto, ya sé a ciencia cierta que no estoy en ningún hospital.

Abro los ojos a una oscuridad envuelta en silencio. Intento hablar, pero no soy capaz de emitir sonido alguno. Claro, estúpido -me digo-, son los efectos de la anestesia. Mi lengua es un trapo seco dentro de una boca que, de momento, no me pertenece. Además, la garganta me duele horriblemente a causa de la intubación.

Mi cerebro vuelve a funcionar, y eso me consuela un poco. Muevo la cabeza de un lado a otro, tratando de recuperar la movilidad, y compruebo que nada me lo impide. Noto un cosquilleo en la punta de los dedos. Inhalo aire para llenar mis pulmones, y mis fosas nasales se inundan de olor a roca húmeda y a salitre. Debo encontrarme muy cerca del mar, en una especie de sótano excavado en la roca.

¿Qué ha ocurrido? Es obvio que me han tendido una trampa, pero ¿quién?

Solo se me ocurre una persona.

Lucho contra el sopor que trata de vencerme, y para ello me esfuerzo en recuperar el movimiento de los brazos. De repente, mientras empiezo a notar que mis dedos se estiran, se me ocurre preguntarme si Elsa logró terminar su trabajo antes de que me secuestraran. Es una tontería pensar en eso ahora, lo sé. Lo más probable es que muera pronto.

Envío una orden a mis piernas, algo que no intentaba desde hacía mucho tiempo. Ni siquiera recuerdo bien cómo hacerlo.  

Nada. No siento absolutamente nada. Siguen sin obedecerme. Y eso, más que la situación en la que me encuentro, es lo que me llena de frustración.

La luz se enciende de improviso, y al principio me hace daño a los ojos, lo que significa que he permanecido inconsciente más tiempo del que imaginaba.

“Un día. Llevo así veinticuatro horas por lo menos”, concluyo al notar el olor de mis excrementos mezclados con orina. He debido evacuar mientras dormía.

La puerta se abre y entra Simon Rothko.


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