domingo, 21 de julio de 2024

Capítulo 43. Reunión de equipo

 


Los sábados celebramos reunión de equipo. El lugar elegido es un enclave neutro, bastante alejado de Madrid. El Botero, ubicado en el centro del casco viejo de Toledo, es un antiguo mesón conocido por Roberto, de sus tiempos de policía. El dueño, un tal Marcelo, imagen estereotípica de tabernero, le debe una muy gorda, según me confesó mi chófer. Nos recibe siempre personalmente en la puerta para conducirnos hasta un pequeño reservado situado al final del local, entre la pared y una gruesa columna que nos proporciona cierta privacidad. 

Somos un grupo heterogéneo: Javier, Estefanía (casi no parecen de barrio una vez vestidos con ropa normal), Roberto, Reus y yo mismo. No permanecemos allí mucho tiempo, por si acaso. Lo justo para intercambiar información. Hoy es Reus la estrella, la que nos trae las noticias más prometedoras. Al parecer, Ángel Salazar ya tiene toda su documentación en regla y está preparado para hacer acto de presencia en el mundo de los negocios.

-Necesitaré una foto reciente y sus huellas, señor… -aquí se interrumpe, recordando a tiempo que no debe nombrarme en público-. En cuanto me devuelva firmada la documentación que traigo, podré resucitarlo. Quizá sería conveniente que, de momento, fije su residencia en Estados Unidos. Si se diese a conocer aquí tendría que dar muchas explicaciones a causa de la manera en que… se marchó.

Se refiere a mi muerte. A mi primera muerte. Ángel Salazar fue asesinado hace diez años por un tipo llamado Ventura, antiguo enfermero de un centro de menores. No puedo presentarme en sociedad así como así, habiendo sido declarado oficialmente muerto.

-Buen trabajo, Reus. Tan eficiente como te recordaba. Y ahora, oídme todos. Tomaré posesión de la empresa a través de un testaferro y lo haré público el primero de mayo, Día de los Trabajadores, y por tanto, festivo. A partir de ese momento, dispondremos de cuarenta y ocho horas como mucho para recuperar el control de mis negocios, al menos de la mayor parte de ellos. Eso va a requerir la entrada en escena de un amigo mío llamado Markus Mogilevic –digo, centrando mis miradas sobre todo en Reus, la única del grupo que sabe que me estoy refiriendo a una de mis otras identidades-. Es un ruso, viejo amigo mío, al que nombré previsoramente cotitular de mis empresas en Europa. Se personará ante las instancias oficiales y hará valer sus derechos antes de que Simon Rothko pueda reaccionar. Si todo sale bien, él y yo dirigiremos muy pronto La Torre.

-¿Y qué va a pasar con el abogado? –pregunta Javier, que se ha encargado de seguirlo durante las últimas semanas.

-Precisamente ahí es donde entráis vosotros –le digo, señalando a Estefanía, que en ese momento se entretiene picoteando las aceitunas que nos acaba de traer Marcelo-. Por lo que sabemos, se aloja en el hotel Palace, donde ocupa una suite en la planta cinco. Creo que es una de las más lujosas, pero actualmente mi abogado puede permitirse estos lujos –añado mordaz-. Todas las mañanas abandona el hotel a las 8.30 y es recogido por una limusina. En ella viajan dos guardaespaldas, además del chófer. Los tres trabajan para Simon Rothko y debemos suponer que son bastante letales. No es posible acceder a él, una vez está en el interior de ese vehículo. A las 8.55, aproximadamente, llega a La Torre, donde es escoltado por los guardaespaldas…

-Dos armarios roperos armados hasta los dientes –suelta Javier.

-… que lo esperan en despachos anexos hasta que sale… Te agradecería que no volvieras a interrumpirme, ¿estamos?

-Sí, jefe.

-Continúo. Entre las 14.30 y las 15.00, Espronceda abandona el edificio y es recogido de nuevo por la limusina, que lo traslada de regreso al hotel, donde permanece hasta el día siguiente. Lo he estudiado todo y creo que el abogado no es vulnerable en La Torre, fuertemente vigilada, ni tampoco en el trayecto desde el hotel, salvo que quisiéramos volar el coche, lo cual no es una opción que contemple. Lo quiero vivo. Así que solo podemos acceder a él mientras se encuentre en su habitación. Y, como he dicho antes, ahí es donde entraréis vosotros en juego. Sobre todo, tú –digo, volviéndome hacia Estefanía.

Ella da un respingo y casi se atraganta con una aceituna. Comienza a toser tan fuerte que temo que llame la atención.

-Toma –le ofrezco un pañuelo-. Tranquila, no correrás ningún peligro (mentira). Por cierto, ¿has trabajado alguna vez de “Kelly”?

Todos se miran asombrados. Finalmente, la muchacha tartamudea:

-Una vez lo intenté, pero no quisieron contratarme.

-Bueno, en esta ocasión no te hará falta contrato. Y ahora, prestadme mucha atención…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Capítulo 47. Un nuevo comienzo

  Han transcurrido dos semanas desde que mantuve mi última charla con José María. En este tiempo no se han producido grandes acontecimientos...