-Tenemos
que hablar –me informa Espronceda a través del intercomunicador.
-Estoy
en mi despacho.
-Voy
para allá. Esto es urgente.
José
María se presenta menos de un minuto después de cortar la comunicación. Me
basta echarle una mirada para cerciorarme de que la cosa es seria. Enseguida,
antes de que abra la boca, adivino el motivo de su preocupación.
-Rothko,
¿verdad?
El
abogado se sienta sin pedirme permiso y abre su portátil encima de mi mesa.
Todo lo paso por alto, aunque me produce irritación. Quizá más adelante tenga
que hablar con él sobre ese tema, pero me da la impresión de que no es el
momento adecuado.
-¿Qué
pasa?
-Está
tramando algo, y no tengo la menor idea de qué se trata.
-Adelante.
Comienza
a hablar, y yo, mientras le escucho, hago un rápido recorrido de lo que sé
sobre Rothko, considerado como el mafioso más peligroso del mundo, y, por lo
que parece, el mayor de mis problemas en estos momentos.
Simon Rothko, nacido el 30 de agosto de 1958, jefe del crimen de origen ucraniano y de religión judía, considerado por el FBI y la Europol como el "jefe de jefes" de la mayoría de los sindicatos mafiosos rusos en el mundo. Se dice que controla RosUkrEnergo, una empresa activamente involucrada en las disputas de gas entre Rusia y Ucrania.
Tiene
su base en Moscú y
se le supone padre de cinco hijos y tres hijas. Está estrechamente relacionado
con el grupo de crimen denominado Solntsevskaya Bratva.
Las figuras políticas con las que tiene estrechas alianzas incluyen a Yury Luzhkov, el exalcalde de Moscú, Dmytró Fírtash y Leonid Derkach, exjefe del Servicio de Seguridad de Ucrania. El
exPrimer Ministro de Ucrania fue a la Corte por la presunta destrucción de
los archivos relacionados con él. Acostumbra a deshacerse de sus enemigos
mediante el empleo de coches-bomba, aunque parece que últimamente está
empezando a experimentar con el veneno, muy al estilo del gobierno ruso.
-…
Y eso es lo que sabemos, de momento.
Lleva
varios minutos hablando, y aunque mi mente ha estado divagando todo ese tiempo,
soy capaz de recordar cada detalle de su exposición.
-Así
que mi amigo Simon está comprando acciones de empresas armamentísticas aquí en
Europa.
-Básicamente,
sí. Lo que no comprendemos, de momento, es el motivo de esa inversión. Conociéndolo
como lo conocemos…
-Está
claro, José María –le interrumpo-. Posee información de primera mano sobre el
estallido de una guerra. Probablemente en Europa.
-¿En
Europa? No lo creo. Desde lo de Yugoslavia la cosa ha estado bastante tranquila
por aquí...
-Te
equivocas. Rusia va a declarar la guerra a Ucrania, estoy convencido de ello. Deben haberle informado desde el Kremlin, donde tiene sus contactos. Viejo
zorro…
Me
quedo un instante pensativo, explorando las posibilidades. Al parecer, todavía
no se ha corrido la voz entre los mercados. Según Espronceda, la compra de
acciones ha sido llevada a cabo con la mayor discreción para no levantar la
liebre. Nosotros lo hemos averiguado únicamente a causa de la vigilancia
especial a la que estamos sometiendo a las empresas de Rothko desde hace dos
años. El tiempo que dura la guerra que él y yo mantenemos.
-Está
bien. Ya que contamos con información privilegiada, seríamos estúpidos si no la
utilizáramos en nuestro provecho. Solo que, en este caso, nos vamos a dejar a
un lado las sutilezas. Contacta con esas mismas empresas y lanza una OPA contra
todas ellas. O espera… Mejor… mejor que lo haga Markus –digo refiriéndome a mi
alter ego ruso-. Vamos a divertirnos un poco.
-No
sé si contamos con tantos activos. Estamos hablando de mucho dinero.
Me
sonrío. ¡Pobre José María! Uno de los mejores abogados de España, si no el
mejor, pero aún conserva esa pátina de candidez que tenía el día que lo conocí.
-Quizá
debería haberte informado hace un tiempo. Tú controlas mis empresas de esta
parte, pero en los últimos años hemos estado invirtiendo también en Estados
Unidos y China. Expandirse o morir, ya sabes… Te daré las claves para que
puedas movilizar lo que necesites. Lo quiero todo, ¿de acuerdo? Esta vez vamos
a aplastar a esa rata de Simon.
Espronceda
asiente. Me da la impresión de que está contrariado por no haberle informado
antes del volumen real de mis negocios. Mejor así. Debe saber qué lugar ocupa
en todo esto.
-¿Algún
problema?
-Ningún
problema.
-Estupendo,
ponte en marcha…-Cuando se dirige hacia la puerta, lo detengo-. Creo que te
comenté que la semana que viene salgo de viaje.
-¿A
Lausana?
-Sí.
Por fin.
-Me
alegro. Espero que todo vaya bien.
Se
marcha, finalmente, dejándome la sensación de que algo no termina de encajar.
¡Bah!,
me digo alejando de mí los negros pensamientos como quien espanta una bandada
de moscas.
Lo
tengo todo bajo control, ¿qué podría salir mal?
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