-Si
no lo hiciste tú, ¿quién fue?
Simon
Rothko ha pasado a verme de nuevo. Empezaba a pensar que no volvería a
visitarme después de su abrupta despedida de la otra tarde. Lo encuentro más
locuaz que de costumbre. Probablemente, no pierde de vista que pronto no seré
más que un recuerdo y quiere disfrutar de su juguete hasta el último instante.
Insiste
con el ajedrez. Solo por soltarle la lengua, le dejo jugar más tiempo,
retrasando mi victoria. Creo que estoy siendo lo bastante sutil hasta que él me
amonesta con la mirada. El muy zorro se ha dado cuenta.
Ha
traído consigo una botella de vodka que sirve en vasos pequeños. Yo apenas toco
el mío. El alcohol me aturde. No me gusta la sensación de falsa euforia que
proporciona. Por congraciarme con él, mojo mis labios con finos sorbos tratando
de disimular mi aprensión.
Después
de un par de tragos, al comienzo de la tercera partida, habiendo escuchado su
alardeado discurso durante más de media hora, me atrevo a retomar nuestra
conversación por donde la dejamos.
No
responde inmediatamente. Aunque Rothko goza de una fisonomía bastante
inexpresiva, puedo leer en ella que esperaba mi pregunta. Adelanta su caballo
hasta situarlo delante del Rey y contesta:
-Nunca
lo supe, pero tengo mis sospechas.
-¿Ah,
sí? Déjame adivinar… Alguien de tu propia familia. Quizá otro de tus hijos o
hijas.
Levanta
la vista del tablero y me dedica una mirada feroz. Sin embargo, termina por
asentir:
-Es
posible. Nunca lo sabré.
-En
absoluto crees eso.
-No
es asunto tuyo.
-No
te sería nada difícil averiguarlo –insisto.
-Tú
no tienes familia. No lo entenderías.
-No,
no la tengo, eso es verdad. Pero si la tuviera, y supiera que uno de ellos me
traiciona, no titubearía.
Estoy
pensando en mi padre. ¿Conocerá Rohtko esa vieja historia? Es probable que sí,
ya que por un breve instante me contempla horrorizado. Es entonces cuando adquiero
la seguridad de que mi mayor adversario no es más que un viejo, rancio e
inútil. Merece desaparecer.
De
repente me sonríe. Ha leído mi pensamiento, o al menos parte de él.
-Bueno,
tú pronto no tendrás que preocuparte por ese tipo de cosas, Ángel.
En
lugar de responder, desplazo mi Alfil Blanco.
-Jaque.
Mate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario